El turismo en la era de la globalización

Pensando en como podría arrancar el primer post del 2015, me acordé de mi último viaje a Marruecos. Siempre viajamos para buscar lo diferente. Nos gusta sorprendernos con culturas distintas, nos emociona ver que en otra parte del mundo la historia sucedió de otro modo y la gente respira, piensa, actúa a su manera, muy lejos de nuestra forma de ver la vida, a veces de forma antagónica.

Me sorprende que encontrar esa diferencia sea cada vez más complicado. Viajemos donde viajemos, cada vez más nos encontramos al lado de casa. No importa si viajamos unos pocos cientos de kilómetros o damos media vuelta al globo, cuando cruzamos la acera no es descabellado darnos de bruces con un Zara o un HM. Cada vez más respiramos igual, sea en Zaragoza o Saratoga, Cambridge o Cambrils. A esto se le ha venido a llamar la «globalización». Graffitis en Marrakech

Sin entrar a fondo a juzgar si el fenómeno es bueno, malo o regular, aquí dejo por escrito mi pequeña decepción. No es que sienta un odio cerbal al fenómeno: uno no puede poner puertas al campo, lo que ha de pasar, pasará. Simplemente me da pena que todo se vaya mimetizando a lo mismo, que cada vez sea más complicado encontrar experiencias puras, reales, auténticas. Me parece que encontrar vivencias auténticas cada vez más tiene que ver con vivir de un modo «antiguo», con el viento en contra. Buscamos lo que nos parece «genuino», porque entendemos que nuestra vida es vacía. Dicho en términos marxistas: alientante.

Querer escapar de esa alienación es lo que nos hace embarcarnos hacia destinos lejanos. Si lo conseguimos o no, eso ya es otro cantar… mira la foto y dime si se ha tomado realmente en Marrakech, a sólo 5 minutos a pie de la plaza Yamaa el Fna, o más bien en pleno Chamberí…